Cuando tratamos de comunicarnos con alguien,
ya sea a través de la palabra o de la escritura,
debemos ante todo ser claros y sencillos.
Creatividad no significa exceso, ni retórica,
ni empleo de palabras eruditas. La creatividad debe
estar en las ideas y no en la forma que utilizamos
para expresarlas.
1.La sencillez por encima de todo
Lo más importante de todo es que se nos entienda, y si no conocemos bien el significado de algunas palabras, es mejor no usarlas antes que hacer el ridículo pretendiendo elevar la categoría literaria de nuestros textos. A continuación vamos a ver algunos ejemplos de lo que digo. Son párrafos extraídos de cartas enviadas a una cadena de televisión
por espectadores que desean participar en sus programas:
«Ya van tres años que no le veo y me gustaría no sé si verle o hablarle por vía microondas, pues no sé…» «Prostata: el motivo de mi carta…» «…porque al mes y medio de estar en Suiza, mi madre cayó embarazada.»
Está claro que si no se conoce el significado exacto de las
palabras es mejor no utilizarlas.
2. Despertar curiosidad y provocar respuestas
Al exponer nuestras ideas, el primer objetivo que deseamos
alcanzar es provocar respuestas positivas a nuestros intereses. Para conseguirlo, tenemos que despertar la curiosidad de nuestros interlocutores, predisponiéndolos a adoptar una actitud interactiva ante nuestras propuestas. Una manera de hacerlo es conectar con sus intereses, jugando con los tópicos que nos son comunes, buceando en sus recuerdos, despertando sus emociones y sus deseos ocultos, tocando la fibra de su sensibilidad, de sus esperanzas y también la de sus temores. Conectar con su inteligencia buscando la complicidad con nuestro discurso, haciéndoles preguntas que los lleven directamente a encontrar la respuesta que esperamos.
Arrastrar al principio. A través de una afirmación rotunda,
una ley o máxima general, un hecho decisivo, un llamamiento a los sentimientos, una hábil insinuación, una salida irónica, humorística, sarcástica… Cualquier motivación puede ser válida si despierta la curiosidad y predispone a escuchar con atención el mensaje.
Envolver en el medio. Dejar claro desde el primer momento
el beneficio que el receptor de nuestro mensaje va a obtener,
haciéndole una sola promesa que sea creíble. Y después envolvamos la oferta con nuestros mejores argumentos: la verdad, la lógica, la documentación y el arte. Razón y emoción al cincuenta por ciento, para no dejar ni un resquicio de duda ni en la lógica ni en los sentimientos.
Ser contundentes al final. Resumirlo todo con una conclusión
lógica y una invitación a la acción. El receptor de nuestra
oferta debe responder en el acto porque habrá llegado a la conclusión de que, por su propio beneficio, no debe dejar escapar la oportunidad.
3. Comunicar de persona a persona
En el mundo del Marketing y la Publicidad es frecuente definir al Público Objetivo en términos sociodemográficos: «Jóvenes entre 18 y 25 años, universitarios, urbanos, de clase social media alta». Una definición como ésta puede ser adecuada para hablar con «gente», pero no es válida en absoluto para hacerlo con personas, porque a ella pueden responder igual los partidarios de un partido conservador que los militantes de la izquierda más radical. En ambos casos pueden ser la misma gente, pero con toda seguridad
serán diferentes personas. Las personas se agrupan más por intereses, motivaciones y estilos de vida, que por edad, clase social o nivel de estudios. Los medios de comunicación son un buen ejemplo de la tendencia imparable hacia este tipo de segmentación, más enfocada a los individuos que a las masas. Cientos de revistas especializadas, de emisoras de radio en FM, y de cadenas de televisión por cable o plataforma digital, nos lo señalan a diario. Para hacer llegar con claridad el mensaje debemos pensar en términos de individuos, de personas y no de gente. Que nuestros
interlocutores piensen siempre: «Me está hablando a mí. Me
está diciendo algo importante», aunque el mismo mensaje se lo estemos haciendo llegar a una audiencia millonaria.
Manejar los códigos creativos de las imágenes
Creatividad en el mundo de las imágenes
Manejar los códigos creativos de las imágenes
es un arma excelente para desarrollar con éxito
múltiples actividades; desde el cine, la televisión
o la publicidad, hasta las pasarelas de moda o
la presentación de ideas audiovisuales en las
convenciones de ventas.
Las posibilidades creativas en el campo de la imagen son infinitas, pero básicamente se encuadran en dos grandes áreas: la estética y el humor. Para la primera de ellas es imposible hacer sugerencias concretas, más allá de lo que vengo diciendo a lo largo de todo el libro: notoriedad, sorpresa, brillantez, espontaneidad y ruptura de los esquemas convencionales. En el área del humor, en cambio, sí que podemos recurrir al uso de algunos esquemas creativos que no fallan nunca.
1. Preparara la audiencia, anticipándole el desenlace.
Es un viejo truco muy empleado en el cine desde los primeros tiempos. Se trata de hacer que el espectador juegue con ventaja sobre los protagonistas de cualquier historia, permitiéndole anticiparse a los acontecimientos y disfrutar durante más tiempo del desenlace final. En las películas de Hitchcock es el recurso más repetido: la chica de Psicosis está en la bañera duchándose tranquilamente, mientras los espectadores pueden ver a su asesino
acercándose con un cuchillo en la mano. La escena dura una eternidad y todos sabemos ya de antemano cuál va a ser el final, pero sufrimos y nos aterrorizaron en la butaca esperando con angustia ese momento.
2. Dejar que el azar cambie el sentido de la acción.
Igual que lo previsible funciona cuando es el personaje el que se ve sorprendido y el espectador el que conoce de antemano lo que va a pasar, también funciona cuando sorprendemos al espectador con un guiño de última hora. En las viejas películas de cine mudo, Buster Keaton, Harold Lloyd, Stan Laurel y Oliver Hardy, Fatty Arbuckle, W.C. Fields y Charles Chaplin exhibían un dominio completo de esta técnica. El típico bofetón que va recibir el protagonista,
pero que, al agacharse éste, acaba en la cara del policía, o
la tarta –un gag repetido cientos de veces, tanto en el cine mudo como en el sonoro– que va a parar siempre a cualquiera menos a su destinatario. Son recursos que repiten el mismo esquema: una acción previsible –ya que el espectador sabe de antemano lo que va a pasar–, pero que no acaba nunca como estaba previsto.
La creatividad es capaz de dar una vuelta
de tuerca para sorprendernos.
3. Degradar a los personajes.
Hacer que los personajes pasen apuros, tengan contratiempos y se vean envueltos en peripecias que los degradan, siempre produce risa cuando el contexto naturalmente es humorístico. Y cuanto más importante es la degradación, mayor es la risa que provoca. Que resbale un administrativo en su oficina delante de todos sus compañeros puede tener gracia, pero si el que resbala es el
primer ministro en el momento de entrar en el Congreso de los Diputados, rompiéndose además los pantalones y quedándose con el culo al aire, el efecto será realmente cómico.
4. Tomar las palabras al pie de la letra.
Desde Groucho Marx hasta hoy, son infinidad los humoristas que han basado su trabajo en explotar lo absurdo. Jugar con el significado de las palabras sacándolas de contexto, buscándoles un doble sentido, o, simplemente, tomándolas al pie de la letra, es un recurso que funciona siempre.
Cuando el juego con las palabras se lleva también al
mundo de las imágenes, el efecto cómico se multiplica, porque lo absurdo se potencia y se hace más obvio el chiste, lo que facilita su comprensión por todo tipo de públicos. Imaginemos la típica escena de la mujer y su amante sorprendidos por el marido en la habitación.
Cuanto más absurda sea la situación, más sorpresa producirá en el espectador y más diversión le proporcionará. Las posibilidades de jugar con la literalidad de las palabras son inmensas, ya que el lenguaje está lleno de frases hechas, como «Apretarse el cinturón», «No perder el tren», «Estar con el agua al cuello», etc., cuyo significado puede llevarse hasta el absurdo y llenarlo de humor, sólo con convertirlo directamente en imágenes. 4 Tomar las palabras
al pie de la letra.
Vender ideas es una de las cosas más difíciles con
Copérnico y Galileo sufrieron en sus carnes por la osadía de sus revolucionarias ideas, pero no fueron los únicos. A Edison le dijeron que la bombilla era un invento estúpido, y el primer libro de Harry Potter fue rechazado por varias editoriales, que opinaron que era un libro aburrido, de estilo anticuado, demasiado largo, que no iba a interesar a ningún niño. Las ideas son frágiles e invisibles, sólo se materializan en el pensamiento de las personas que las producen, y les pasa, como a algunos buenos vinos, que viajan muy mal de un cerebro a otro. Ser un gran creador de ideas no significa ser también un gran comunicador, y por eso, muchas veces las buenas ideas no logran traspasar el umbral del pensamiento de su progenitor, y se pierden en el limbo del desengaño y la apatía. Otras veces las ideas se anticipan a su tiempo y el mundo no está preparado para asimilarlas, desterrándolas también o congelándolas a la espera de tiempos más propicios. El caso es que para lograr que una idea salga adelante deben darse unas cuantas circunstancias, de las cuales la manera de venderlas no es la menos importante.
5. Y, como regla general, trastocarlo todo.
Salirse de lo convencional, cambiar el sentido de la realidad, saltar por encima de la lógica; ésas son siempre las claves de toda creatividad. Algo que no debemos perder nunca de vista, ya se trate de escribir textos, de realizar imágenes o de inventar situaciones. Hacer que los vagabundos hablen como aristócratas, que los personajes de la antigüedad se expresen con el argot de hoy, que los niños hablen como adultos y los adultos como niños, que un pigmeo del África profunda esté a los mandos de un Boeing 747, que la gente vaya a la ópera en bañador y a la playa con esmoquin…
Todo es válido para romper los esquemas
racionales, para sorprendernos y hacernos
reír.
Algunas ideas para vender las ideas
Vender ideas es una de las cosas más difíciles con
las que uno se puede enfrentar. La historia está llena
de casos en los que un gran inventor se muere sin
que nadie se haya interesado por su genial invento.
Copérnico y Galileo sufrieron en sus carnes por la osadía de sus revolucionarias ideas, pero no fueron los únicos. A Edison le dijeron que la bombilla era un invento estúpido, y el primer libro de Harry Potter fue rechazado por varias editoriales, que opinaron que era un libro aburrido, de estilo anticuado, demasiado largo, que no iba a interesar a ningún niño. Las ideas son frágiles e invisibles, sólo se materializan en el pensamiento de las personas que las producen, y les pasa, como a algunos buenos vinos, que viajan muy mal de un cerebro a otro. Ser un gran creador de ideas no significa ser también un gran comunicador, y por eso, muchas veces las buenas ideas no logran traspasar el umbral del pensamiento de su progenitor, y se pierden en el limbo del desengaño y la apatía. Otras veces las ideas se anticipan a su tiempo y el mundo no está preparado para asimilarlas, desterrándolas también o congelándolas a la espera de tiempos más propicios. El caso es que para lograr que una idea salga adelante deben darse unas cuantas circunstancias, de las cuales la manera de venderlas no es la menos importante.
1. Buscar el comprador y el momento más propicios.
En el ámbito empresarial hay muchas oportunidades para las
ideas, porque la mayoría de las empresas están obligadas a ofrecer novedades a sus clientes constantemente. Aunque, como es lógico, los departamentos de I+D propios producen la mayoría de estas nuevas ideas, todo empresario que se precie debe tener siempre una puerta abierta a cualquier propuesta.
Serán especialmente receptivos los que hayan sido
recientemente superados por sus más directos
competidores.
2. Compartir la paternidad de la idea
Que el comprador haga suya la idea es una parte muy importante del proceso de venta. En primer lugar se le puede decir que él, o su empresa, nos dieron la pista de cómo plantear nuestra investigación. Alguna opinión pública del empresario o los propios productos de su empresa nos indicaron el camino a seguir. Eso halagará su vanidad y le predispondrá a interesarse por el problema cuya solución venimos a ofrecerle. Después, cuando se sienta partícipe de la idea, podemos mostrarnos un poco inseguros, para que sea él quien nos anime, encontrando argumentos a favor de la idea y defendiéndola como si fuese suya. En ese momento ya será nuestro.
Sin tratar de ocultar los posibles fallos, ya que es mejor
exponerlos y discutirlos, involucrando a nuestro interlocutor en la búsqueda de las posibles soluciones. Lo más importante es que la idea se deje vislumbrar, pero no se muestre en todo su esplendor, para que no parezca un tema cerrado en el que nadie podrá aportar su grano de arena. Cuanta más gente se sume a la idea, más fuerte será ésta y más oportunidades tendrá de llegar a realizarse con éxito.
3. Venderse uno mismo
Si la idea es venderse uno mismo, hay cinco reglas elementales:
1. Atraer el interés de nuestro interlocutor, siendo
originales en nuestra presentación.
2. Ofrecer un servicio en lugar de pedir un puesto.
3. Ser muy concretos acerca del empleo que se desea
y de los requisitos que cumplimos para
desempeñarlo.
4. Ser siempre sinceros.
5. Dejar clara nuestra ambición de crecer en la empresa
y de aportar ideas para mejorar nuestro trabajo.
Las ideas son el motor de cualquier ambición. Sin ellas no es posible el progreso en ninguna actividad, incluidos el desarrollo personal y la carrera profesional. Para crecer en el trabajo es preciso producir ideas constantemente, y aplicarlas no sólo a nuestras tareas cotidianas, sino también al negocio general de la empresa para la que trabajamos.
Creatividad para vivir
Creatividad es una condición necesaria para desarrollar
una vida personal plena e independiente. Con ella podemos
tratar de resolver nuestras dudas, encontrar soluciones
para todos los problemas y abrir nuevos caminos, ampliando el horizonte de nuestras expectativas profesionales. La creatividad no es un don que les es otorgado solamente a los poetas, pintores, músicos, actores, fotógrafos, escritores y artistas en general. Hoy día la sociedad considera también creativos a los cocineros, los ingenieros o los arquitectos, pero eso no es suficiente, porque creativos podemos serlo también todos los demás seres humanos, cualquiera que sea nuestra actividad. Basta con que estemos dispuestos
a introducir un poco de imaginación en el desarrollo de
nuestros pensamientos.